¿Qué pasaría si una fuerza inexplicable me prohibiera salir de este espacio y me fuera envolviendo más allá de cualquiera explicación lógica?

Gustavo Ogarrio

Cuando cine y literatura se relacionan, se invaden y se repelen, es casi siempre es la literatura la que afirma su autonomía y le recuerda a las ansias modernas de representación estética del cine que hay mundos que quizás únicamente la literatura puede explorar y enunciar de esa manera. Una anécdota casi desfigurada por su repetición ha sido la que vincula la novela corta “Aura”, de Carlos Fuentes, con la película “El ángel exterminador”, de Luis Buñuel. Se dice que cierta noche, estando en la cocina de su casa, Luis Buñuel le planteó a un grupo de amigos, entre los que se encontraba Carlos Fuentes, la siguiente pregunta: “¿qué pasaría si una fuerza inexplicable me prohibiera salir de este espacio y me fuera envolviendo más allá de cualquiera explicación lógica?” Se dice que de la recreación de esta anécdota nacieron estas dos obras, “Aura” (1962) y “El ángel exterminador” (1962). La primera narra la manera en que el joven historiador Felipe Montero consigue un trabajo en la calle de Donceles número 815, en el centro de la ciudad de México, cuyo presagio y misterio se expresa en la manera tan idónea con la que encuentra el trabajo en el diario. Sin poner todo el énfasis en el hecho de que Felipe Montero no vuelve a salir durante la historia en la casa de Aura, una joven-anciana duplicada casi hasta el horror, esa fuerza casi misteriosa que le impide regresar al exterior de la casa es fundamental en la atmósfera casi negra del relato. En el caso de “El ángel exterminador”, una cena en la mansión de los Nóbile, con su encanto de burguesía mexicana de rancios e inverosímiles orígenes aristocráticos, se transforma en un enclaustramiento colectivo inexplicable y que paulatinamente, en los días que transcurren en el encierro, va despojando de su linaje a los invitados para colocarlos al borde de la barbarie como forma de sobrevivencia.