Morelia, Michoacán.- Antes de que el sol pinte el cielo de naranja, Juan Manuel ya camina por los senderos de San Miguel del Monte. Cada viernes y sábado, desde las seis de la mañana, emprende junto a su caballo un recorrido largo y pesado: bajar hasta la zona de Jesús del Monte para cargar costales de tierra fértil y llevarlos a Morelia.
Tras varias horas de camino llega a colonias como Felicitas del Río, Felix ireta y Ventura Puente, donde ofrece cada costal en 100 pesos. No es un negocio grande, pero es lo que le permite mantener a sus siete hijos. En su comunidad, las oportunidades de empleo son escasas, y la venta de tierra se ha convertido en el sustento seguro para su familia.
El trayecto no es sencillo. No solo Juan Manuel carga con el cansancio, también su caballo. El animal soporta el peso de los costales durante todo el recorrido, tanto de ida como de regreso. Y cuando las ventas no resultan como esperaba, los costales vuelven intactos al monte, aumentando el desgaste del viaje.
“El caballo me ayuda mucho, pero también se cansa”, reconoce Juan Manuel, consciente de que ambos comparten la misma rutina de esfuerzo. Caminar kilómetros entre veredas y calles, enfrentando sol, frío o lluvia, es parte de la faena de cada fin de semana.
Aun así, él sigue adelante. La tierra que baja del monte no es solo un recurso natural: es símbolo de resistencia y de dignidad. En cada costal lleva más que un producto para macetas o jardines; carga la esperanza de que sus hijos tengan lo suficiente para salir adelante.
“Juan Manuel el de la tierra”, como lo conocen, representa la vida de quienes trabajan en silencio y con sacrificio, llevando a cuestas el peso de un oficio que no siempre es reconocido, pero que refleja la lucha diaria del campo para sobrevivir en la ciudad.