Morelia, Michoacán, 31 de octubre de 2025.- Jóvenes estudiantes y profesionistas en México, como en otras partes del mundo, están buscando formas “modernas” de mejorar su estilo de vida o financiar proyectos personales o profesionales.
Sin embargo, no es un fenómeno nuevo el que hombres o mujeres mayores busquen a través de su solvencia económica y poder adquisitivo acceder a la compañía, a la afinidad o al tiempo compartido con jóvenes mujeres u hombres.
Tampoco lo es que éstos últimos busquen a los primeros para acceder de forma “fácil” y rápida a beneficios con los que en otras circunstancias difícilmente contarían.
La novedad es que en el mundo moderno estás prácticas están tratando de verse como “normales”, como una especie de contrato para generar una “relación consensuada entre adultos”.
Tal es el caso de plataformas como SugarDaddy Latam, que procuran explotar este nicho de mercado y al mismo tiempo ser un espacio seguro para ambas partes.
¿La pobreza lo justifica?
Los adultos solventes ponen el recurso económico, mientras que los jóvenes, normalmente entre los 18 y los 32 años, aportan su compañía, y en ocasiones, mucho más que eso.
Hay quienes cuestionan esas prácticas al calificarlas como un “intercambio romántico con beneficios”, pero es un hecho que hay riesgos disfrazados de lujo para ambas partes.
De acuerdo con cifras del Coneval en 2024, en México el 41.9% de los jóvenes en rangos de edad de los 18 a los 29 años viven en pobreza.
Por eso los promotores de estas acuerdos consensuados argumentan que llegar a los mismos es un tema de “supervivencia”, mientras que los críticos señalan que se trata de un tema que raya o cae de plano en la prostitución y la trata de personas.
Lo dulcifican, pero existen riesgos
Aquellos que avalan estas prácticas incluso las dulcifican utilizando términos importados como “sugar dating”, algo que no tiene una traducción precisa, pero que se puede traducir en “cita transaccional” o “relación de conveniencia”.
En esta relación hay dos roles.
El primero el del “sugar daddy” o la “sugar mommy”, personas solventes que normalmente rondan entre los 40 y los 60 años, quienes aportan apoyos económicos, financiamientos, regalos o beneficios.
El segundo, el de “sugar baby”, que son las jóvenes mujeres y los jóvenes hombres de entre 18 y 32 años que ponen de su parte compañía, intimidad o ambos, todo con la intención de mejorar su estilo de vida, alcanzar recursos adicionales o pagar deudas estudiantiles.
Los acuerdos pueden incluir desde comidas, cenas, viajes y hasta ayuda financiera directa, pero además suelen derivar en intimidad sexual, aunque no siempre es así.
En cuanto a los riesgos, estas prácticas han sido criticadas en distintos foros, incluso en la Cámara de Diputados, pero al no estar reguladas siguen su curso con todos los riesgos que implican para ambas partes.
¿Vale la pena exponer la vida, la libertad, la privacidad, la salud y la estabilidad económica? Cada quien tiene la mejor respuesta.
 
                 
                         
                         
                         
                         
                         
                         
                         
                     
                     
                     
                     
    