Por ASAID CASTRO

• Antes de asentarse en Lomas de Hidalgo, esta fuente —conocida como “El Huarache”— ocupó por casi dos décadas el lugar de la antigua Fuente de las Tarascas, tras ser retirada por el Ayuntamiento en 1965.

Morelia, Michoacán. Al igual que ocurre en ciertas zonas de la Ciudad de México —donde edificios de cristal y acero se levantan en medio de barrios de arquitectura colonial—, en Morelia también se dibujan contrastes cada vez más visibles, como en la colonia Lomas de Hidalgo.

Uno de ellos ocurre en la Fuente del Huarache, un espacio que alguna vez fue punto de encuentro vecinal, y que hoy, atrapado entre el Hospital Victoria y el esqueleto de lo que se convertirá en el edificio más alto de la ciudad, parece quedar al margen del ritmo actual.

Desde la plaza donde se encuentra la fuente, el hospital asoma por un costado; detrás, la estructura vertical que aún está en construcción crece día a día. Y desde ciertos ángulos, el conjunto pareciera estar devorando poco a poco la imagen de esta fuente, discreta pero significativa, colocada en su sitio hace más de medio siglo, según fuentes web.

Para Héctor, un señor de 73 años que acude frecuentemente al hospital, el sitio ya no tiene el mismo espíritu. “Aquí antes pasabas a descansar o a echarte un taco. Ahora es para dejar el coche y correr al doctor”, comenta. Junto a él, se estacionan enfermeras, pacientes, doctores. La plaza, más que punto de convivencia, ha sido absorbida por la dinámica hospitalaria.

Un pasado que fluía

La fuente fue instalada el 30 de septiembre de 1965, como parte del reordenamiento urbano tras la remoción de la antigua Fuente de las Tarascas. Diseñada por el escultor Ángel Díaz, su forma sencilla, sin ornamentos, pronto le ganó el apodo de “Fuente del Huarache” por su similitud con esa prenda popular.

Aunque fue pensada como una obra funcional y moderna para su tiempo, hoy apenas es reconocida por quienes transitan la colonia Lomas de Hidalgo, aunque aún se pueden ver la escena de madres paseando a sus hijos en la orilla de la fuente.

Reubicada dentro del jardín actual en 1984, la fuente tuvo su época de uso, pero ha caído en el olvido. Aunque la jardinera que la rodea se mantiene limpia —gracias a un hombre que acude cada mañana a barrerla—, el agua de la fuente está estancada, verdosa y cubierta de moho.

El avance vertical

Junto al hospital, un nuevo edificio apunta al cielo. Aún en construcción, la Belco Tower proyecta ser la más alta de Morelia, alrededor de 100 metros. Su diseño moderno y vertical no pasa desapercibido entre las casas bajas, los jardines y los trazos más tradicionales de la zona.

Así, al igual que sucede en colonias como la Roma o la Juárez de la CDMX, el contraste entre lo nuevo y lo viejo se vuelve inevitable: el progreso arquitectónico rompe con la estética previa, para bien o para mal.

En este caso, el impacto no ha sido solo visual. La fuente, relegada a un costado, ya no es un punto de descanso o de encuentro. Ahora es zona de paso, de estacionamiento improvisado, de prisa.

Basura, estancamiento e inseguridad

A la falta de agua en movimiento se suman otros signos de abandono: una jardinera funciona como basurero improvisado, con envoltorios, botellas y comida descompuesta. Entre los espacios, se alcanzan a ver ratas rebuscando entre los restos. Dicen los vecinos que es común ver en las banquetas cercanas cristales rotos, posiblemente de ” cristalazos”.

«A los políticos del municipio de ahorita se les ve en el face, subiendo sus fotos con una pala, con un casco. Mantienen bonita una parte de la ciudad y el Huarache aquí olvidado», dijo de nuevo Héctor al preguntársele sobre el estado de la fuente.

Pese a la limpieza parcial, el deterioro general del espacio es evidente. No hay botes de basura, ni iluminación adecuada, ni vigilancia visible. La fuente, que alguna vez tuvo vida y circulación de agua, ahora refleja solamente el abandono, junto con los grafitis que se acumulan. sobre su superficie.

No es que el hospital lo haya desplazado la fuente, ni que la torre en construcción sea enemiga del lugar; más bien, es la ciudad misma —con sus decisiones y sus prioridades— la que ha relegado a la Fuente del Huarache a una esquina donde apenas sobrevive.

En Morelia, como en muchas otras ciudades que crecen hacia arriba y hacia afuera, la modernidad avanza con fuerza, a veces sin mirar atrás. La Fuente del Huarache, antes un ícono, permanece como un recordatorio de otra época: una en la que la plaza cumplía su función únicamente como sitio de descanso.

Fotos ACG