Por OCTAVIO OCAMPO CÓRDOVA*
La juventud no solo es una edad o un dato demográfico, es ante todo una esperanza de cambio, formas de cuestionar el status quo. Es mirar el mundo y atreverse a decir que las cosas pueden —y deben— ser distintas. Es inconformarse con la injusticia aunque parezca “normal”, incomodarse con lo que todos aceptan y señalar lo que nadie quiere ver. Ser joven es no dar por sentado que las reglas son inamovibles, es preguntarse por qué las cosas se hacen como se hacen… y, sobre todo, imaginar otras maneras de hacerlas.
En 2025, ser joven en México significa enfrentar una realidad donde las oportunidades no siempre alcanzan para todos, donde la violencia, la desigualdad y la crisis climática marcan la vida cotidiana. Pero también significa vivir en un tiempo donde la tecnología conecta, donde las luchas por la diversidad y la equidad ganan espacios, y donde las voces jóvenes tienen el potencial de convertirse en la fuerza transformadora que el país necesita. Cuestionar no es destruir: es abrir la puerta a lo nuevo.
Por ello, el Día Internacional de la Juventud no es una fecha para la retórica vacía, sino para una reflexión profunda: ¿qué significa ser joven en México en 2025 y cómo se construye un futuro digno en un país con profundas desigualdades, pero también con un potencial enorme? En el marco de la nueva izquierda, el compromiso con las juventudes debe ir más allá de los discursos y convertirse en una estrategia integral que coloque a las y los jóvenes en el centro del proyecto de nación.
Hoy, más de 30.4 millones de personas en México tienen entre 15 y 29 años, según el INEGI, lo que representa cerca de una cuarta parte de la población. En Michoacán, este grupo etario constituye aproximadamente el 26% de sus habitantes, un bono demográfico que no durará para siempre.
El PRD Michoacán ha apostado de manera decidida por las juventudes: de nuestros 19 alcaldes, 10 son menores de 35 años, y en nuestras estructuras municipales contamos con jóvenes que hoy toman decisiones y ejercen liderazgos reales. Esto demuestra que cuando se abren espacios y se confía en su capacidad, las y los jóvenes no solo participan, sino que transforman la realidad desde sus comunidades.
La oportunidad es clara. Si se les brinda educación de calidad, empleo digno, acceso a la salud, vivienda y participación política real, pueden convertirse en el motor del desarrollo social y económico del estado y del país.
Sin embargo, los retos son tan evidentes como urgentes. En el plano nacional, el 42% de las y los jóvenes trabajan en condiciones de informalidad. En Michoacán, la migración juvenil hacia otros estados o al extranjero es una señal de que el talento se está yendo. El acceso desigual a la educación superior, la inseguridad, la violencia de género y las adicciones son problemas que no pueden seguirse postergando.
La nueva izquierda entiende que la justicia social para la juventud no es caridad, sino un derecho. Esto implica políticas públicas con tres ejes centrales:
Garantizar derechos universales: educación gratuita y de calidad en todos los niveles, salud mental y física, acceso a vivienda y transporte digno.
Redistribuir oportunidades: empleo formal, salarios justos y programas de emprendimiento que incluyan a quienes viven en zonas rurales, indígenas o con rezagos históricos.
Ampliar la participación política y social: consejos juveniles vinculantes, representación efectiva en el Congreso y en los cabildos, y apoyo a movimientos culturales y comunitarios liderados por jóvenes.
Frente a las narrativas que reducen a los jóvenes a un “futuro” indefinido, es fundamental reconocer que la juventud es presente y que sus problemas y sueños deben formar parte de la agenda inmediata. No hay democracia sólida ni desarrollo sostenible sin el protagonismo de quienes hoy estudian, trabajan, crean, luchan y defienden causas en todos los rincones del país.
Michoacán tiene retos particulares, pero también aspectos demográficos, educativos, tecnológicos, sociales y culturales que pueden potenciar el papel de los jóvenes. Aprovechar este potencial implica conectar el talento local con los grandes proyectos de infraestructura, innovación y desarrollo regional.
La izquierda actual debe asumir que apostar por la juventud no es una mera estrategia electoral, sino un deber histórico; implica tejer un pacto intergeneracional en el que la experiencia de las generaciones mayores se combine con la energía y creatividad de las nuevas, en un marco de respeto, equidad y solidaridad. Porque, como bien señala la Declaración Universal sobre la Juventud, “el desarrollo de la humanidad exige el despliegue pleno del potencial de todos los jóvenes”.
La juventud no espera concesiones, exige derechos, justicia y futuro. El llamado es claro: que cada política pública, cada presupuesto y cada acción de gobierno sean evaluados por su impacto en la vida de las y los jóvenes. Solo así, el Día Internacional de la Juventud será más que una efeméride, será la reafirmación de un compromiso con el presente, con Michoacán y con el país que queremos construir.
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*Octavio Ocampo Córdova. Es Licenciado en Derecho por la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. Ha tenidos diversos cargos en el PRD, hasta llegar a la dirigencia estatal. Fue presidente municipal de Tuzantla. Diputado local en dos ocasiones. Actualmente dirige al Partido de la Revolución Democrática Michoacán y es diputado en la 76 Legislatura del Congreso del Estado.