Morelia, Michoacán | Redacción ACG.- Romper la piñata es una de las tradiciones más arraigadas en México, especialmente durante las posadas navideñas. Más allá de ser un juego festivo, esta costumbre encierra un profundo significado religioso, histórico y cultural que se ha transmitido de generación en generación.
La piñata llegó a México en el siglo XVI con los misioneros españoles, principalmente frailes agustinos, quienes la introdujeron como parte de las celebraciones religiosas conocidas como misas de aguinaldo, hoy llamadas posadas. Su finalidad era didáctica: enseñar valores cristianos a los pueblos originarios mediante símbolos fácilmente comprensibles. El exconvento de San Agustín, en Acolman, Estado de México, es reconocido como el lugar donde esta tradición se consolidó en el país.
La piñata tradicional tiene forma de estrella con siete picos, cada uno representando uno de los siete pecados capitales: soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, envidia y pereza. El acto de golpearla con los ojos vendados simboliza la fe, mientras que el palo representa la fuerza espiritual necesaria para vencer el mal. Al romperse, las frutas, dulces y aguinaldos que caen simbolizan las bendiciones que se obtienen al superar las tentaciones.
Con el paso del tiempo, la piñata se ha transformado y adaptado a distintos contextos, incorporándose también a cumpleaños y celebraciones populares. Sin embargo, durante la temporada decembrina conserva su significado original, al reunir a familias y comunidades en torno a una tradición que combina religión, cultura y convivencia.
Hoy en día, la piñata no solo representa una expresión de la fe católica, sino también un elemento fundamental del patrimonio cultural mexicano, reflejo del mestizaje y de la riqueza simbólica que caracteriza a las celebraciones del país.