Las canciones de pop barroco se caracterizan por su pasión y la delicadeza de melodías
Jorge A. Amaral
Todos tenemos canciones que nos hacen sentir bien, que nos ponen de buenas, que nos relajan o alegran, canciones que, si de repente suenan, hay que detener lo que estamos haciendo para escucharlas como se merecen: con atención, goce y respeto, o bien que, en cuanto empiezan, afinamos la garganta para cantar a todo pulmón simplemente marcamos el compás con el pie o la cabeza.
Yo tengo muchas canciones así, mi cuenta de YouTube está llena de listas de reproducción que he venido armando para cada ocasión: trabajar, molestar, cocinar, escribir, manejar, etcétera. Todas esas listas están llenas de canciones así. Ahora en la semana estaba trabajando. Era mitad del turno, estaba solo en el área, con puertas cerradas para no molestar a mis vecinos (o al menos molestarlos lo menos posible, no vaya siendo que se quejen más arriba y me vea en la imperiosa necesidad de privarlos de mi vasto acervo musical). Regresaba de la cocina con la taza de agua caliente en la mano cuando, de repente, de las profundidades del algoritmo que me regentea el YouTube, una batería precisa y grave, un discreto teclado y un marcado riff de guitarra con efecto wah wah, para dar paso a una sección de cuerdas. Luego de eso, una voz desgarrada: “She was black as the night, Louie was whiter than white. Danger, danger when you taste brown suga’” (“ella era negra como la noche, Louie era más blanco que el blanco. Peligro, peligro cuando pruebas el azúcar moreno”, o algo así).
El tema, sí, adivinó: “Brother Louie”, en la extraordinaria versión que hicieron The Stories a la canción original de los británicos Hot Chocolate, ambas de 1973, tengo entendido, sólo que separadas por el Océano Atlántico.
No le haré el cuento largo, pero la canción habla de Louie, un tipo blanco que se enamora de una muchacha negra y cuando decide llevarla a su casa para que sus papás la conozcan, se arma del zafarrancho familiar y al buen hermano Louie no le quedan sino las ganas de llorar, todo ello rematado con un verso donde dice, traducido al español, “no hay diferencia entre el blanco y el negro, hermanos, y saben a lo que me refiero”.
La canción en realidad no es alegre, la historia es más bien triste, refleja a la perfección el racismo, la discriminación y los conflictos familiares. Es una canción triste, pero el arreglo es realmente bueno. Eso me llevó a pensar un poco en que, aunque me gusta, no le he dado al pop barroco el lugar que se merece pese a estar presente en algunas de mis canciones favoritas, incluso de artistas que pareciera que no tienen nada que ver en el tema pero que ahí están, como BB King en algunos de sus temas de los 70 y parte de los 80.
Para entrar en sintonía y entendernos bien, vale decir que el pop barroco es una variante del pop y el rock que surge de la combinación de la música pop de la década de los 60 con elementos de música de cámara, incorporando arreglos e instrumentos orquestales, como violines, chelos, flautas, arpas, trompetas u órgano.
En realidad, el origen del pop barroco no ha quedado muy claro, porque ya desde 1959, el grupo de doo wop The Drifters nos muestra una hermosa sección de cuerdas en su clásico “There goes my baby”, compuesta por el célebre Ben E. King (al que le debemos esa maravilla llamada “Stand by me”). Sin embargo, entre críticos y melómanos hay más consenso en torno a que ya desde el uso de un cuarteto de cuerdas en “Yesterday” y de un solo de clavicordio en “In my life” por parte de The Beatles en 1965 se dejaba ver el pop barroco. En lo que sí la mayoría están de acuerdo es que el disco cumbre de este género es “Pet sounds”, lanzado en 1966 por The Beach Boys.
En aquel entonces, Brian Wilson, fallecido apenas durante este mes de junio, ya había jugado con los clavicordios en busca de un sonido más sofisticado en “The Beach Boys today”, de 1965, pero “Pet Sounds” es un parteaguas en la historia de la música pop. Con este disco, el mayor de los hermanos Wilson le dio al pop una sofisticación propia de la música clásica, haciendo que el disco sea un todo completo, indivisible, sin canciones de relleno, sólido y brillante como lingote de oro.
Siguiendo por esa tónica pero por otro camino, podemos considerar como un excelente ejemplo el disco que Nancy Sinatra y Lee Hazlewood grabaron en 1967: “Nancy & Lee”. He de reconocer que cuando llegué a este disco fue por pura casualidad, porque me encantan “These boots are made for walking” y la adolorida “Bang bang”. Cuenta la leyenda que Frank Sinatra le encargó a Lee Hazlewood la carrera de su hija, así que el productor y cantante le escribió algunos de sus éxitos, pero para este disco, “Nancy & Lee”, reservó sus mejores cartas. Apenas iniciando el disco, que nos lleva del pop barroco al country, es una especie de trancazo escuchar “You’ve lost that loving feeling” (tema que le recomiendo escuchar con el acordeonista texano Steve Jordan, El Parche, quien le da un toque soul encantador al tex-mex. Sin duda este es uno de los mejores duetos que he escuchado, ya que Hazlewood logra sacar todo el potencial y el mayor beneficio a dos voces que, hay que reconocerlo, eran muy limitadas en cuanto a rango vocal. Todo gracias a una composición y producción exquisitas.
Pero bueno, luego de la década de los 60, en que But Bacharach, Phil Spector y el ya mencionado Brian Wilson, entre otros, sentaron las bases del pop barroco, éste siguió cobrando relevancia en Reino Unido, donde se le llamó “english baroque”, con The Zombies o The Beatles como estandartes, lo que, a lo largo de las décadas, llevó a la variante más contemporánea: el pop de cámara, que también vale la pena revisar por el tamaño de su espectro.
Pero, ¿por qué ha tenido tanta popularidad hasta nuestros días? Simple: las canciones de pop barroco se caracterizan por su pasión y la delicadeza de melodías, donde abundan las cuerdas y las secciones de metales que logran una atmósfera romántica, ideal para escuchar hablar de amor y desamor pero sin caer en la melancolía del blues o en la lastimosa cursilería de los crooners. Por eso en el pop barroco hasta una canción triste lo hace sentir bien a uno, como le decía que me pasa con “Brother Louie”.
En fin, ya me emocioné y me seguí derecho. Si usted conoce los discos de los que le hablé, me entenderá; si no, se los recomiendo, que nada se pierde. Salud.
Lo urbano también es cultura
Fíjese que en la Secretaría de Cultura del Ayuntamiento de Morelia hay una Dirección de Preservación y Difusión al Arte Popular. Esa área, encabezada por Alan Juárez, ha venido desarrollando una serie de eventos en diferentes colonias y fraccionamientos del municipio y ha participado en intercambios con, por ejemplo, el municipio de Tacámbaro.
La labor que han desarrollado va encaminada a difundir a los talentos locales en distintas disciplinas como la música y el arte urbano, pero la titular de la secretaría no considera ese trabajo tan importante como para difundirlo.
Muestra de ese desinterés es que, en lo que va de la actual administración, la Secretaría de Cultura no ha convocado a ni una rueda de prensa para presentar al titular de la dirección o para convocar a sus eventos, como tampoco se ha emitido un solo boletín para visibilizar el trabajo que se realiza, porque no sólo hacen eventos musicales, sino que aprovechan las tocadas para impartir charlas sobre prevención de adicciones, derechos humanos, derechos culturales, contra la violencia de género y la delincuencia. Además se busca encauzar hacia algo mejor a los jóvenes que detectan que están sumidos en alguna adicción.
Esta semana, si todo sale bien, le estaremos compartiendo el video de la charla que sostuve con quienes encabezan esa dirección municipal en o que, ojalá, sea sólo el inicio de algo que estamos preparando. Cuando salga, estará en las redes sociales de esta casa editorial. Ya usted nos dirá qué le parece.
Zitácuaro, rebasado
Luego de los hechos violentos que se registraron en días pasados, qué feo fue escuchar a Antonio Ixtláhuac, alcalde de Zitácuaro, reconocer que su gobierno está rebasado por la delincuencia. Es feo porque cuando una autoridad reconoce su incapacidad es un golpe duro a sus ciudadanos, a sus representados, a la población para la que gobierna.
Es desalentador escuchar a un alcalde hablar así porque quiere decir que la ciudadanía para la que trabaja no tiene esperanza alguna de que algún día saldrá de esa crisis, que las víctimas no recibirán la justicia que mínimamente merecen, que no hay oportunidades, que todo seguirá de mal en peor.
Por otro lado, se reconoce la franqueza del alcalde, que no salió con cifras alegres ni a negar lo que sucede en su municipio. Y la pregunta queda en el aire: ¿algún día esto mejorará? Yo lo dudo. Es cuánto.