El liderazgo femenino en Michoacán está en ascenso, es tiempo de mujeres en la política y la sociedad
En Michoacán, los vientos del cambio no soplan: corren. Y no corren solos. Corren con tacones, con huaraches, con botas de faena, con flats académicos. Corren con historia.
Setenta años han pasado desde que las mujeres mexicanas conquistaron el derecho al voto, y el aniversario se celebró en grande: con poder. En el evento “Mujeres al poder”, celebrado en Casa Michoacán, el único hombre del presídium, el gobernador Alfredo Ramírez Bedolla, soltó una frase que cayó como granada en mesa de caballeros:
“¡Yo creo que ya los hombres nos vamos a despedir de la gubernatura, porque creo que voy a ser el último Gobernador de Michoacán!”
Boom.
La ovación no se hizo esperar, ni la incomodidad de algunos. Era un auditorio primordialmente femenino, con la presencia simbólicamente poderosa de Citlalli Hernández Mora, titular de la Secretaría de las Mujeres del Gobierno de México. Y mientras miraba de reojo a las aspirantes que compartían presídium, Bedolla remató:
“Así que a estar listas las mujeres para gobernar Michoacán.”
No era un chiste. Era una línea. Y como en política las señales no se gritan pero se repiten, la presidenta Claudia Sheinbaum —en su visita a la costa michoacana apenas el fin de semana anterior— dejó claro cuál es la partitura en Michoacán para 2027:
“Yo cuando vine en campaña a Michoacán dije: Hay dos cosas que van a definir el 2024. Que siga la transformación y también dije que era tiempo ¿de?…”
Y la multitud, espontaneamente, coreó como revelación:
¡MUJERES!
Sheinbaum asintió sonriente y cerró con broche de género:
“¡En México es tiempo de mujeres! Porque no llegué yo sola a la Presidencia, llegamos todas las mujeres mexicanas.”
A buen entendedor, pocas palabras. La Presidenta tiró línea. La señal es clara y sonora. En Morena, la brújula apunta al sur: no hacia abajo, sino hacia dentro. Porque ahora que el país ya rompió el techo de cristal federal, toca romper el que tenemos en casa.
Y hay nombres. Muchos nombres. Gladys, Giulianna, Celeste, Fabiola, Yarabí, Nalleli… Todas con méritos, sí. Pero si de resultados concretos se trata, si el criterio es gobernar antes de Gobernar, hay una que va adelante: Gaby Molina.
Sí, la de Educación. La mujer que entró a una de las secretarías más difíciles y, en lugar de salir desgastada —como dicta la costumbre—, salió fortalecida. La que logró contener conflictos sin reprimir, negociar sin claudicar, transformar sin desmantelar. La que tomó el timón de un sistema educativo que parecía naufragar y lo llevó, al menos, a puerto firme.
Hoy, Gaby Molina lidera todas las encuestas. No sólo en las internas de Morena, sino en todos los escenarios posibles: con o sin alianzas, con PT dentro o con candidato con “o” propio, con oposición echando toda la carne al asador. En todos los casos, Molina arrasa.
Y no se trata solo de números. Se trata de símbolos. En el evento del que hablábamos, Gaby tomó la palabra y recordó a su paisana Cuca García, quien ganó en las urnas, pero perdió en la Constitución: tenía más votos que los hombres, pero no le permitieron asumir como diputada. Porque entonces, ser mujer era una desventaja legal.
“Traigo un brazalete”, dijo Gaby. “Siempre me verán con este brazalete, porque me inspiré en la mujer maravilla. La mujer maravilla la crearon después de la guerra mundial, y ella lucha por la justicia, y por la paz.”
No hablaba de ella. Hablaba de todas. De las que administran el hogar con dos salarios mínimos. De las que resisten en oficinas, aulas, plazas públicas, hospitales, ejidos y cabildos. Que son madres, esposas, parejas, hijas, cuidadoras, profesionistas, proveedoras, gobernantes. De las que hacen maravillas sin capa ni reflectores.
Pero si hay una “mujer maravilla” con nombre y apellido en Michoacán político, ya sabemos quién es. Y no es ficción, es gestión.
La historia ya está golpeando la puerta. Y la puerta está a punto de abrirse.
Porque sí, gobernador:
Ya es hora.
Es tiempo de mujeres.
Y el futuro, si se apellida Molina, vamos por el camino correcto.
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