Para un ignorante o un fanático cualquier certeza es buena, con tal de que lo sea: por algo el dogma es la prisión mental de débiles racionales
Leopoldo González
Creer que un país va bien, o creer que irá mejor mañana, sólo porque lo dice un eslogan de propaganda o porque lo afirmó tal o cual personaje en una conferencia matutina, es ceguera ciudadana o social presa de certeza dogmática.
Para un ignorante o un fanático cualquier certeza es buena, con tal de que lo sea: por algo el dogma es la prisión mental de débiles racionales.
A las certezas dogmáticas les estorba la realidad, porque la realidad puede hacer prácticamente cualquier cosa con una certeza anclada en el dogma, presa de creencias de aire.
La triste verdad es que México no va bien hoy ni irá mejor mañana, encabezado por un proyecto político que no tiene más hoja de ruta que la ruina.
Quizás el único renglón en el que, a medias, hay resultados encomiables y una estadística razonablemente buena, es en la política federal de seguridad a cargo de Omar Hamid García Harfuch. Y, aún ahí, donde se supone que detrás de cada delito hay un delincuente, faltan cifras verídicas de detenidos en flagrancia y de vinculados a proceso.
México no anda bien hoy ni irá mejor mañana, si nos atenemos al análisis frío y científico de realidades contiguas y presentes.
El sexenio de López Obrador, además de que acabó con el Fondo de Estabilización de Ingresos Presupuestarios (FEIP), dejó temblando las finanzas públicas, heredó al actual gobierno una deuda exterior de casi 17 billones de dólares y un maltrecho déficit fiscal de casi el 5% como proporción del PIB, el más alto desde 1980.
Se pensó que la señora Sheinbaum matizaría los excesos y corregiría los entuertos de su antecesor, pero el vergonzante y entusiasta nombramiento de López Gatell ante la OMS, como que le enfrió el ánimo y la esperanza a más de medio país.
Hoy, PEMEX es la petrolera más endeudada y deficitaria del mundo, con un contrabando de combustible que en seis años fue el más escandaloso de nuestra historia.
Las obras técnicamente inviables y realmente inservibles que “el viejito de Macuspana” le endilgó a México y a la presente administración, todas ellas auténticos agujeros de corrupción, consumen más del 40% del presupuesto anual del gobierno.
La peor época de México, en lo que toca a servicios de salud, atención médica hospitalaria y abasto de medicamentos es ahora, cuando más de 50 millones de mexicanos perdieron su derecho al seguro popular.
El desorden en el gasto público no tiene límites, pues, de acuerdo con REFORMA, el pago de pensiones representa el 24% del gasto programable del gobierno federal, lo cual ha obligado a reducir la inversión pública en un 29.11%, el gasto en salud en un 10.8% y el gasto en educación en un 8.0% en 2025.
La caída del empleo es un dato frecuente en el populismo zurdo, así como lo es el incremento de la tasa de pobreza laboral, pobreza alimentaria y pobreza extrema.
México necesita un cambio de rumbo global y un giro de tuerca en materia de política económica, porque, si no lo hace, seguirá cayendo la inversión extranjera, el gasto público continuará a la baja y México se expone a perder el grado de inversión por las calificadoras internacionales.
Es decir, continuar gobernando con el instructivo y la camisa de fuerza que dejó el inquilino de Palenque, será cada día más costoso para la señora Sheinbaum en términos de imagen pública, control de su agenda, capacidad de maniobra y gobernabilidad.
Si la señora Sheinbaum es rehén de ´la sombra del Mesías´, que mande al diablo a la sombra y se deshaga del Mesías, al fin que ninguno de los dos le ha hecho bien a México. De hecho, no cuenta la popularidad que le fabrican las encuestas a la señora de Palacio Nacional, porque México desea ser gobernado con visiones, estilos, agendas, prioridades y horarios de hoy.
Ojalá la señora Sheinbaum decida llenar con su presencia y su visión la investidura presidencial que ostenta.
Pisapapeles
Desde Maquiavelo, el ejercicio del poder no debe generar dudas, rendijas ni vacíos, porque se corre el peligro de que alguien más los llene.