Una entrevista a uno de los museógrafos más importantes de Michoacán, quien tras 40 años de servicio en la producción de exposiciones y el salvaguardo del patrimonio, llega a su merecida jubilación dejando con ello un importante legado en esta práctica tan fascinante: La museografía
La museografía, es una disciplina/técnica particularmente reciente, sus primeros indicios de existencia se pueden atribuir al hombre como especie y su habilidad a coleccionar objetos de especial valor, a la par de la disposición de ordenar, clasificar y acomodar dichos objetos preciados; actividad que puede ser tan antiguo como es antiguo el ser humano. De manera formal, este concepto es atribuido a Caspar Friedrich Neickel, quien a inicios del siglo XVIII propuso una especie de compendio de recomendaciones sobre cómo clasificar, organizar, conservar y exhibir colecciones, este texto se tituló “Museografía, o guía para la correcta concepción y útil disposición de los museos o Cámaras de Curiosidades. Afirma Fernández Navarro, G. (2022). En su obra: El lenguaje museográfico: Un breve manual de introducción al conocimiento y uso del fascinante lenguaje del siglo XXI.
Los referentes que tenemos en México: Fernando Gamboa, Miguel Covarrubias, Daniel Rubín de la Borbolla, Pedro Ramírez Vázquez, Iker Larrauri Prado, Alfonso Soto Soria, Mario Vázquez R., Jorge Agostoni; todos ellos destacados pioneros que, desde diversas visiones y especialidades establecieron bases de la museografía mexicana que al día de hoy siguen vigentes, también todos ellos estrechamente vinculados a la creación del Museo Nacional de Antropología, siendo este último en la actualidad uno de los mejores museos, espectacular y además del más visitado en todo nuestro país.
Un digno ejecutante de la museografía en Michoacán.
Carlos Reyes Galván (Zitácuaro, Mich., 1965), es un museógrafo especializado con 40 años de trayectoria en el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), formado en la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía “Manuel del Castillo Negrete” y licenciado en Historia por la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo (UMSNH). A lo largo de su carrera ha diseñado y montado numerosos museos y exposiciones en Michoacán y otros estados de México, el Museo de La Piedad y Jacona. Su versatilidad profesional abarca desde exposiciones arqueológicas, etnográficas y de arte hasta proyectos de colaboración interinstitucional con universidades, gobiernos municipales y la Secretaría de Cultura de Michoacán, consolidándose como una figura destacada en la preservación y difusión del patrimonio cultural de nuestro estado. Su trabajo ha sido reconocido en repetidas ocasiones.
En el último día de trabajo, el 29 de septiembre del 2025, el maestro Carlos Reyes concedió esta entrevista, cuestión que representa un honor enorme para un servidor, ya que para alguien que está involucrado en la misma disciplina, resulta conmovedor estar ante este encuentro, al cierre de un ciclo de una gran trayectoria que es exigente y en gran medida satisfactoria.
Maestro Carlos, es un honor. En vísperas de su jubilación institucional, cuéntenos, ¿cómo nació su vocación por la museografía? — Todo empezó a los ocho años, ayudando a mi papá durante las vacaciones de verano en el Museo Nacional de Antropología. También fue museógrafo, ahí conocí a figuras como Mario Vázquez Rubalcaba y a Susana Robinson. Mi padre era ingeniero en electrónica y entró al museo para el proyecto de seguridad, trabajó en el museo de D.F. en Tlalpan hizo muchas exposiciones. Esa fue mi iniciación. Lo que me impulsó fue la convergencia de todas las culturas prehispánicas. Me di cuenta de que si hacía museografía, podía conocer no solo la arqueología, sino muchos aspectos generales del conocimiento, en México podemos presumir que cada vez hay algo nuevo. Cada exposición es como un curso intensivo de lo que vas a exponer, haber conocido exposiciones de arqueología, filatelia, numismática, realmente me inspiraron y fueron parte de lo que alimentaron mi curiosidad.
Su padre también fue museógrafo. ¿Fue él su principal mentor? —Así es, mi padre tuvo formación militar y desde luego no fue algo para él, él fue de Senguio, yo nací en Zitácuaro, pero radicamos mucho tiempo en ciudad de México. Mi formación académica inició con las clases que él tomó con Rubín de la Borbolla, Gamboa y, sobre todo, con Mario Vázquez. Crecí jugando en los talleres del Museo de Antropología —plástico, serigrafía, carpintería— allí aprendí la esencia del oficio. Esa es la formación del museógrafo: multidisciplinaria. Ahora hay mucha gente que se dice museógrafa, pero muchos son ingenieros en producción, que en mi experiencia ha tocado que no tienen formación en conservación y que quieren modificar los edificios históricos para poner su museografía. Y no debe ser así. La museografía debe adaptarse al espacio, no al revés.
Usted acaba de cumplir 40 años de forma institucional, pero su trayectoria es mucho más larga, puedes darnos una cronografía de tu trayectoria. Puedes comenzar por decirnos cuál fue tu primer trabajo — El primer lugar donde trabajé como empleado formal fue aquí, en el Museo Regional Michoacano “Dr. Nicolás León Calderón”. Comencé en 1984, inicialmente sin recibir pago. Poco después, con la formación que ya tenía, presenté exámenes de oposición, porque todavía se da mucho eso de que la gente hereda las plazas. Todo el mundo pregunta: "¿Tú heredaste la plaza?". No, yo concursé para poder entrar. Empecé apoyando en diversos trabajos dentro del Museo Regional y posteriormente, nuevamente por concurso, obtuve una promoción en el escalafón y me trasladé a la Casa Museo Sitio Morelos, ahí permanecí hasta 1988. En el año siguiente es cuando hice la especialidad y permanecí dando cursos en Pachuca, y hasta 1990 que hice mi examen para la plaza definitiva de museógrafo y regresé a Michoacán, no a Morelia, sino a Pátzcuaro, donde estuve trabajando en el Museo de Artes e Industrias Populares. Incluso como nota curiosa, fue el primer museo de artes e industrias populares de México. En 1997, regresé al Museo Regional para participar en una nueva reestructuración, motivada por el colapso de una viga. Aunque no se trató de un cambio completo de museografía, sí se realizó una renovación significativa: algunas colecciones se dañaron y tuvieron que ser retiradas, lo que permitió incorporar nuevas piezas y enriquecer el discurso histórico.
Durante esta etapa, se retomaron elementos de la reestructuración previa de 1986, respetando su enfoque. Enrique Flores Cano lideró el relato histórico y arqueológico, convocando a especialistas de la Universidad de Michoacán en un proyecto multidisciplinario que me impactó profundamente. De ese guion museográfico surgió el libro Historia General de Michoacán, compuesto por varios tomos y fotografías provenientes del acervo del Museo Regional.
Sin embargo, el proyecto no se concretó del todo debido a un problema persistente: la falta de espacio. A pesar de contar con una colección extensa, solo una pequeña parte puede ser exhibida, lo que limita el potencial del museo.
A lo largo de estas cuatro décadas, ha creado y colaborado en numerosos museos. ¿Cuáles recuerda con especial cariño? – El Museo de La Piedad, de 1991, es como mi hijo más longevo; todavía existe. También el de Jacona, ese mismo año, aunque ha tenido altibajos, ha sido desmantelado en varias ocasiones. Recuerdo también haber participado en la creación de un museo a un lado de Tangamandapio, un municipio chiquito: Chavinda.
También participé en una exposición itinerante muy especial, “Historia Antigua Tarasca”, que durante tres años llevamos a 20 municipios. Era impactante ver cómo la gente descubría, a través de ella, “la Relación de Michoacán”, un texto fundamental del siglo XVI que muchos desconocían, a pesar de ser la memoria más antigua de nuestra historia.
Considero que otro de los proyectos más grandes en los que participé fue en el proyecto de creación del Centro Cultural y de Convenciones de Tres Marías en 2012, que hicimos con el doctor Marco Antonio Ramírez Villalón. Este museo primero fue unas tres salas de exhibición en su casa y después... se convirtió en un museo que mundialmente ahorita es de los pocos que tienen su propio centro de documentación, hoy por hoy es el museo más grande del mundo en cuanto a la tauromaquia – enfatiza –, no podemos decir en tamaño, ahí no sé si hay alguno más grande, pero en cuanto a colección artística que se refiere a la tauromaquia es muy rico y todavía tiene mucha colección guardada y se está rotando en el mundo afortunadamente. – Este recinto alberga una biblioteca especializada en tauromaquia e historia de México, con un acervo de más de 25 mil volúmenes, además de una colección artística que incluye obras de Goya, Picasso, Dalí, Rivera, Siqueiros, ente otros. El Museo Taurino como su proyecto museográfico más ambicioso en escala, sino como un bastión cultural crucial para preservar y defender una tradición milenaria que considera amenazada, respaldada por una colección de valor artístico y documental de talla internacional.
Mirando hacia el futuro, ¿qué visión tiene de la museografía y qué le preocupa? – He visto una evolución, pero también una involución. Ahora hay muchos teóricos, muchos "curadores", pero se está perdiendo el criterio de conservación. Me tocó ver a uno que quería quitar columnas del Alcázar de Chapultepec porque "no iban con su museografía". ¡La museografía debe adaptarse al edificio histórico, no al revés! La destrucción del patrimonio es más grave que nunca. Con el pretexto del desarrollo, como el Tren Maya, se está atropellando la arqueología. Deberíamos aprender de trabajos de rescate, lugares como Tingambato, donde la carretera se desvió para respetar la zona. Ahora se hace un rescate rápido, se tapa y la obra pasa encima. Eso me da mucha tristeza. No olviden que la museografía es una ciencia auxiliar de la conservación. Tienen que ser un puente entre la historia y el público, sin atropellar el pasado por el afán de exhibir. De los dieciséis museógrafos con formación en mi generación que quedábamos antes de la pandemia en todo el país, muy pocos tienen esta visión integral. Es un reto que va más allá de un simple montaje.
Pero también hay aspectos positivos, ¿no? La tecnología, por ejemplo. – ¡Absolutamente! Los museos virtuales y los repositorios digitales son una evolución fantástica. Permiten conocer artistas y colecciones, en cualquier parte del mundo, que cualquier acceda a nuestro patrimonio. Por ejemplo: Que un especialista en Rusia pueda descifrar un lenguaje antiguo gracias a una vasija digitalizada es maravilloso. Debemos explotar más eso, usar códigos QR para dar información profunda sin saturar las cédulas. Eso es democratizar el conocimiento.
A punto de jubilarse, ¿qué es lo próximo para Carlos el museógrafo? – Quiero terminar de titularme en Historia, hacer una maestría en Filosofía de la Cultura y volver a estudiar electrónica para aplicarla en los museos. Quiero aprender a usar las nuevas herramientas tecnológicas para enseñarle a la gente todo lo que hay en los lugares de difícil acceso. No me quiero quedar viendo televisión.
Gran parte de mi trabajo, especialmente después de la muerte de mi padre, lo comprendí como un homenaje a él: continuar con lo que él hacía. También viví algo similar cuando falleció Mario Vázquez, el maestro de mi maestro. Al enterarme, publiqué un mensaje en mi estado de WhatsApp. Su partida me conmovió profundamente, me entristeció, pero también me hizo reflexionar sobre el enorme legado que dejó al mundo.
José Roberto Morales Ochoa, promotor y gestor cultural, con especialidad en museografía, museos y centros culturales.
Instagram: @jrobertomorales
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