Por Asaid Castro / ACG
Morelia, Michoacán.- Detrás del volante, Carmen ha recorrido las calles de Morelia durante los últimos quince años. Su historia comenzó en una cabina de radio, donde coordinaba rutas y enviaba unidades, hasta que un día decidió cambiar de lugar: dejar el escritorio para enfrentar el asfalto.
“Es diferente —comenta—, allá uno solo manda, y acá toca enfrentarse a la calle”.
La decisión no fue un capricho, sino una necesidad. Ser madre de dos hijos la obligó a buscar un oficio con horarios flexibles, y en el taxi encontró la posibilidad de atenderlos sin dejar de trabajar. Pero la libertad vino acompañada de riesgos y prejuicios. “Muchos hombres se sienten ofendidos al vernos al volante —dice—, pero al final solo estamos trabajando”.
Carmen recuerda con nitidez la experiencia más amarga: un asalto. “Vi la muerte en ese instante”, confiesa. El pasajero que parecía inofensivo sacó una navaja y le arrebató el aliento por segundos. Sobrevivió, aunque cada viaje con un desconocido le recuerda aquella escena.
También sobrevivió a un accidente en carretera. El cofre destrozado, las bolsas de aire reventadas y el auto al borde del voladero le hicieron pensar lo peor. “Y aun así, como si un ángel me cuidara, el motor volvió a encender”, relata con asombro.
No obstante, su oficio también le ha regalado momentos de alivio. “Hay pasajes tan amables que terminan sacándote plática, hasta uno se siente psicólogo”, dice con una sonrisa.
En un gremio mayoritariamente masculino, Carmen afirma que ha encontrado respeto entre colegas, aunque también reconoce que pocas mujeres se atreven a seguir este camino. “Debe haber más oportunidades para todas. Muchas mujeres manejamos, solo que pocas lo hacemos como trabajo”.
Cada mañana, antes de arrancar, limpia su taxi, se arregla y se encomienda a Dios. Sabe que su responsabilidad es grande: “uno lleva vidas en las manos, no es cualquier cosa”.
Con la certeza de que mientras tenga fuerzas seguirá siendo taxista, Carmen asume el volante como un espacio de resistencia, de libertad y de dignidad. Para ella, el taxi no es solo un medio de vida: es también una ruta para desafiar prejuicios y demostrar que ser mujer al volante es, también, un acto de valentía.